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PAS “Personas Altamente Sensibles”

Ella era una mujer distinta pero no lo sabía; su infancia la recuerda feliz, aún percibe olores, sabores y emociones que sintió en esa época, si lo piensa detenidamente, cree que fue la mejor etapa de su vida, quizá fue la inocencia, la suerte de tener sus necesidades de apego cubiertas, o posiblemente porque en ese momento aún no había vivido muchas cosas que vendrían después, que la marcarían para siempre, que ahora de adulta la han hecho entender quién es y por qué a veces siente que en muchas etapas de su vida no fue completamente feliz.

Ya desde pequeña era capaz de reconocer en los ojos de los demás, a aquellos que no lo estaban pasando bien, aunque ella no le daba importancia, siempre se preocupó por los demás, sus amigos eran siempre los más “especiales” de la clase, niños solitarios, problemáticos, niños que necesitaba que alguien les diera la mano para continuar; sus profesores siempre vieron en ella a una niña sensible con el cuidado de algunas tareas (plantas, animales, material escolar, etc…), sus actividades favoritas eran los paseos al campo, la pintura y la danza, aún se emociona cuando ve guardadito en su cajón sus mini zapatillas de ballet.

Fue creciendo y esto no cambió, aunque si sabe que su adolescencia no fue como la del resto de sus amigos, ella se preocupaba demasiado por los problemas de aquellos que la rodeaban, llegando a sufrir tanto o más que si fueran los suyos propios, siempre intentaba que todo fuera perfecto, que todos se sintieran a gusto, y le agobiaba cometer errores, ser juzgada o no estar a la altura.

Disfrutaba de actividades que implicaban soledad, contacto con la naturaleza o los animales, y siempre se sintió un poco incomprendida, intentaba encajar, divertirse como los demás, pero le era difícil, no sabía por qué, pero tenía siempre una sensación de vacío, de inseguridad, que no conseguía calmar, nada más que cuando pasada su tiempo en soledad haciendo las cosas que realmente le gustaban.

Salía de fiesta a veces, e incluso se divirtió, pero ese ocio no le llenaba, no sabía el motivo, pero no era feliz, se empezó a refugiar en sus estudios, como excusa para no salir (sin darse cuenta), pero sus amigos no terminaban de entenderla.

Era buena, no tenía maldad, y lo pasaba mal cuando alguien a su alrededor criticaba o hacía daño a los demás.

Sufría con las injusticias, no soportaba ver noticias sobre conflictos bélicos o desastres naturales, le gustaba leer bibliografías de personas que habían hecho frente a las adversidades, héroes para ella, personas que había sufrido una gran injusticia, pero habían intentado ponerle solución, personas que con su ejemplo intentaban parar el mundo, arreglarlo, mejorarlo.

Comenzó a colaborar con ONG’s a dedicar su tiempo al cuidado y ayuda de los más desfavorecidos, de quienes tenían algún tipo de problemática y eso la llenaba, le hacía feliz, a la vez que sufría, mucho, por no poder cambiar la situación (comedores sociales, cárceles, protectoras de animales, etc…)

Su vida siguió marcada por una manera de sentir a veces abrumadora, podía llorar viendo un amanecer, o estremecerse con los colores y olores del bosque al caminar.

Nunca analizó quién era, no pensó si era o no diferente al resto, pero si sabía que se sentía decepcionada con muchas cosas, situaciones y personas ¿cómo no se daban cuenta del daño que ocasionaban con sus palabras o sus actos? ¿cómo pueden tratar así a otros?

Ella empatizaba a un nivel casi doloroso, y su vida se fue cargando de decepciones, de personas que no la trataron como ella necesitaba, de situaciones que no entendía ni compartía.

Pero cuando disfrutaba, lo hacía al máximo, y eso le llenaba, le motivaba a probar cosas nuevas, a conocer gente, a debatir sobre temas que a ella le generaban interés, a no quedarse con “lo normal”, daba igual, un concierto, una cena, un viaje, ella exprimía cada segundo, llenándose de vida.

Entonces en un momento en que se estaba planteando muchas cosas, llegó a sus manos un término nuevo “PAS: Personas altamente sensibles”, se informó, leyó, acudió a terapia y entendió, que no “era un bicho raro”, que simplemente sentía y percibía los detalles, a un nivel diferente a la gran mayoría.

No, no era una persona débil, posiblemente todo el sufrimiento percibido la había convertido en alguien fuerte, luchadora y segura de sí misma, capaz de cuidar y entender a los demás como pocos lo hacen. ¡No, no tenía un problema, no era rarita, ella era especial y así lo seguiría siendo!

Entendió que no era malo alejarse y disfrutar de las cosas en soledad, que no pasaba nada si los demás no la entendían, que a veces la harían daño puede que hasta sin querer y ella seguiría hacia adelante.

Ahora sabe que su forma de ver la vida es bonita, sabe que muchos deberían poder sentir lo que ella percibe”

Si crees que éste puede ser tu caso, si sientes que a veces estás demasiado cansada emocionalmente y no puedes continuar, si tu vida está marcada por momentos de una lucidez asombrosa, un exceso de empatía, si percibes los detalles más insignificantes y ésto a veces te hace sentirte débil, demasiado sensible o con sentimientos de frustración por no poder aceptar lo que courre a tu al rededor; puede que te sientas sólo, que hayas tenido demasiadas decepciones y no sepas como afrontar la situación.

Si es así, la psicoterapia puede ayudarte a entender quién eres y ha crear un nuevo camino hacia una vida más plena y feliz. No rechaces quién eres, aprende a desarrollar tus fortalezas, a hacer frente a aquello que te hace sufrir sin esconderte y encuentra la mejor versión de tí mismo.

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